Hay algunos –por increíble que parezca a estas alturas- que todavía se convierten en borrachos por influencia de los poetas simbolistas. Otros –de manera igualmente increíble- acaban chutándose heroína porque momias como William Burroughs contaban con pelos y señales que lo hacían. Por motivos parecidos tú negaste siempre la felicidad, que como ya se sabe es un asunto muy mal visto entre las mentes pensantes de todo este tinglado. Hasta que la felicidad te cayó encima como un plato de sopa que alguien te hubiera volcado en el regazo. ¿Qué demonios era esto? No estaba programado. Era un contratiempo nuevo; era de auténtica vergüenza. Como, de niños, mojar la cama o hacérselo en los calzoncillos. Menudo bochorno. ¿Quién te iba a sacar de ésta? Pero la felicidad insistió en agitarse dentro de ti; te recorría de arriba abajo como un flujo de savia electrizada. Y se te ocurrieron ideas muy extrañas: abandonarlo todo, salir corriendo dando gritos de alegría, tirar la casa por la ventana y lanzarte en plancha a la vida.
3 comentarios:
Y la noria da otra vuelta... ¿Al final qué papel decías que tenías en dicha noria?
mejor no lo digo... pero parezco la idiota siempre aunque... tampoco tanto posiblemente.
(palabra a verificar: fullar... "no comments")
Se evaporó. Me recuerda algo que dijo Roger Wolfe
Hay algunos –por increíble que parezca a estas alturas-
que todavía se convierten en borrachos
por influencia de los poetas simbolistas.
Otros –de manera igualmente increíble-
acaban chutándose heroína
porque momias como William Burroughs
contaban con pelos y señales que lo hacían.
Por motivos parecidos
tú negaste siempre la felicidad,
que como ya se sabe
es un asunto muy mal visto
entre las mentes pensantes de todo este tinglado.
Hasta que la felicidad te cayó encima
como un plato de sopa
que alguien te hubiera volcado en el regazo.
¿Qué demonios era esto?
No estaba programado.
Era un contratiempo nuevo;
era de auténtica vergüenza.
Como, de niños, mojar la cama
o hacérselo en los calzoncillos.
Menudo bochorno.
¿Quién te iba a sacar de ésta?
Pero la felicidad insistió en agitarse dentro de ti;
te recorría de arriba abajo
como un flujo de savia electrizada.
Y se te ocurrieron ideas muy extrañas:
abandonarlo todo,
salir corriendo dando gritos de alegría,
tirar la casa por la ventana
y lanzarte en plancha a la vida.
La hostia fue de órdago.
Los hijoputas habían vaciado la piscina.
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