domingo, 31 de octubre de 2010

sábado, 30 de octubre de 2010

Llueve

Ya puedo ir guardando las sombrillas

Preguntas


1.- ¿Qué crees que yo espero/necesito de?

2.- ¿Qué esperas/necesitas de?

3.- ¿Has contestado con sinceridad o has dicho lo que esperaba oir?

4.- ¿Crees que me lo creo?

5.- ¿Ahora se entiende porqué no tengo "novi@"?

viernes, 29 de octubre de 2010

Fragmentos

He decidido contar la historia de una esclavitud voluntaria, porque aunque parezca paradójico así debo definir mi condición, mas no se tardará en descubrir que ninguna condición es, en esencia, voluntaria. Pero en una primera y sencilla acepción, la idea de ser una esclava voluntaria se compadece con mi historia y además me gusta el término. Suena bien y contiene el mensaje que quiere dar. Algunas personas se consagran a ser amos, en sus pequeños o grandes empleos, en sus pequeñas o grandes historias de amor. Otras personas, quizás las más, no se consagran ni a una ni a otra cosa. Pues bien, yo he decidido consagrarme a la esclavitud. Primero porque por alguna extraña razón me provocaba un placer casi animal, y luego, meditadamente, porque vi que a la vocación se le aunaba la idoneidad y la aptitud, razón por la cual eso era lo que yo mejor tenía para ofrecer a quienes me rodeaban. No sé cómo ni cuándo decidí convertirme en tal. Obviamente no fue una decisión consciente sino una revelación del carácter o tal vez un desarreglo genético. Seguramente nació conmigo y sólo precisaba algo que lo despertara. Ese algo fue Hernán. Y como lo que despertó esa vocación fue un hombre, concluyo en que la esclavitud es mi forma de amar.

(...)

Una vez dentro de la habitación Mara se desviste totalmente y le pide a Hernán que todavía no lo haga, que se siente en un sofá desvencijado y que si quiere encienda un cigarrillo. Hernán acepta y entre tanto ella abre su bolso, extrae del mismo una cajita con agujas, una venda y cuatro cuerdas, y los acomoda prolijamente sobre la mesa de luz. Hernán, sin decir palabra, la mira disponer los objetos. Entre ellos ve una vela, y ella le explica que le gusta sentir la caída del sebo caliente sobre su piel. Luego de esas breves palabras ella misma se coloca la venda en los ojos y se arrodilla al borde de la cama, lejos de Hernán que continúa fumando en el sillón. Bañada por una luz mortecina Mara es una mujer desnuda y ciega, arrodillada a la espera de su suplicio, a la vera de una mesa sobre la cual están dispuestos los instrumentos que se usarán sobre su cuerpo. La cama se le figura a Hernán como una mesa de tortura.

(...)

Ahora comprendo por qué siempre prefería arrodillarme. Colocarme de rodillas se compadece con la naturaleza que describo. Los esclavos siempre se arrodillan. Arrodillada entonces a orillas de la cama encorvaba mi espalda hasta casi tocar el piso con el cabello, y con eso no hacía otra cosa que ofrecerla. La espalda, en casos como el mío, siempre se la ofrece a los azotes. Ante tal ofrecimiento él extraía su cinto, ancho y de cuero, lo doblaba sobre sí y tomándolo de la hebilla y del otro extremo comenzaba a dejarlo caer suave y rítmicamente sobre mí. Por cierto que nunca fueron golpes verdaderos, pero aún así debo reconocer que eran deliciosos. Periódicamente recibía su orden de arrodillarme y encorvarme y nunca dudaba

(...)
Cuando hay madurez y consentimiento, la libertad en este campo ha de ser absoluta, pues con ello a nadie se ofende ni se daña.El día transcurría con normalidad. Trabajábamos, íbamos al cine, concurríamos a veladas con la familia o amigos, nos ocupábamos de las cosas comunes o extraordinarias. Pero de noche teníamos nuestro secreto, nuestro pequeño altar consagrado a adorar los bajos fondos de nuestras ficciones y simbolismos. La alcoba era nuestro territorio. La tela virgen pronta, preparada para trazar en ella los contornos de nuestras fantasías. Dos seres libres el uno para el otro. En ese recinto todo nos estaba permitido, era la puerta que daba a la irrealidad, al juego, y que liberaba las amarras de nuestros más recónditos deseos. De día «sí, señor», «¿qué desea, señora?», «¿almorzamos juntos, mi amor?», «¿has tenido muchos pacientes, querido?», «vamos el domingo a lo de mis padres»; «te adoro, mi amorcito». A la noche, en cambio, nuestro secreto, nuestro castillo. «Desnúdate.» «Sí, señor.» «Te castigaré.» «No, señor, por favor no», con un «no» que siempre era más un ruego, un decir sí, un ansioso desear que lo hiciera. «Lo haré hasta que lo pidas.» «Hágalo entonces, señor.» «Arrodíllate.» Y zas, zas, zas

(...)

Debo aclarar a estas alturas, aunque creo que se ha comprendido, que no era el regodeo en el dolor lo que me excitaba sino la sensación de la sumisión. Existía un extraño placer en ella, un intenso goce en la sensación de pertenencia, en ser tratada como un objeto más de uso cotidiano

(...)

Hay una vieja película de la década del setenta que indignó a los movimientos feministas y escandalizó a los círculos morales. Precisamente su motivo es la sumisión voluntaria por amor y se llamaba Historia de O. La protagonista se transforma en un objeto a disposición de su hombre al punto tal que ni nombre tiene, se la designa con una mera letra y se le ordena. Y llega así un momento en que acepta llevar la marca de su dueño, la que se le estampa a fuego en una de sus nalgas.

Ese símil entre la mujer y el ganado era la perfecta alegoría de la posesión.

Conocíamos de su existencia e incluso recordábamos algunas crónicas que la comentaban. Por casualidad, la hallamos en un video club repleto de viejas cintas.

Luego de ver la escena que describo, y casi instintivamente y entre risas, él dibujó con tinta en una de mis nalgas su inicial encerrada en un círculo. Al hacerlo, sentí que apretaba más de lo necesario la pluma contra la piel y compartí su intención. Lo hizo hasta que emití un quejido producto del leve y agradable dolor. Ahora llevaba su marca.

(...)

El permanecer absolutamente desnuda mientras él comía, bebía, leía sus libros o miraba televisión, me convertía en algo a su merced, en algo disponible a su arbitrio y en cualquier instante. Podía imprevistamente cerrar el libro, tomarme allí mismo y continuar luego su lectura. Debo admitir que me encontraba completamente amaestrada. Sólo le bastaba un gesto y yo corría a arrodillarme entre sus piernas, a abrirlas suavemente hasta que cada muslo presionara en ambos brazos del sillón. Luego extraía lentamente su miembro de entre la cremallera y lo ponía en mi boca mientras él continuaba su rutina, fuera lectura, televisión o simplemente fumar y beber.

Había transitado un largo camino hasta lograr mi propósito. Por ello, la sola idea de pertenecerle, de jugar a ser de su propiedad, más allá de su cierto valor cargado de erotismo, simbolizaba notablemente, sin hojarascas ni cortezas, sin lugares comunes ni frases pomposas, la adoración que le profesaba

(...)

Él percibía que mi desorbitada pasión por ser poseída (en la más amplia e imaginable acepción del término) era proporcional a mi temor a la infidelidad. De la misma manera que incondicionalmente estaba destinada a sometérmele, el dolor más agudo consistía en sólo imaginarlo con otra mujer. Quería ser irremediablemente poseída pero también poseer, deseaba ser dueña de todos sus pensamientos, de todo su tiempo y colmar todas sus expectativas. Todo lo vivido, empero, me ha hecho reconocer que ese sentimiento no era sino contradictorio con la condición que yo misma deseaba asignarme. Sin embargo, de la misma manera que el preso se sabe a merced de su carcelero, se vanagloria y goza con la preferencia que éste le profesa. Igual quería yo, émula de esclava, la exclusividad del amo. Debo admitir que en ese entonces, como se dice comúnmente, confundía los papeles, pero ello se debía a que la consciencia de mi vocación y condición no se había aún perfeccionado lo suficiente. Si hoy me lo preguntaran no vacilaría en afirmar que sería indigno de una buena esclava no sólo la exigencia de exclusividad al amo sino su sola apetencia.

(...)

Mi muy querido Hernán:
Estoy segura de que lo que hasta ahora has leído te es familiar, como igualmente lo estoy de que no lo será tanto lo que a continuación te diré.

Ha pasado ya más de un año largo desde que me liberaste. Debes saber que dediqué todo ese tiempo a perfeccionar mi mente. He acabado por aceptar mi monstruosidad, al punto de considerarme hoy una pequeña abominación de la psicología. Por una especie de azar genético nací especialmente dotada para la servidumbre y la humillación, y tuve la desdicha de dar contigo. Aunque como la felicidad nunca es completa tu tarea quedó a mitad de camino.
Mi extraña química mental me condujo durante tu ausencia a imaginar los dolores que hubiera querido me causaras y que jamás entreviste. Verás que éste también es un interesante catálogo que supera largamente nuestra inofensiva historia.

Te he dicho ya que por lo menos una vez debiste haber tomado otra mujer en mi presencia, sobre todo en los primeros tiempos en que los celos tanto me atormentaban. Ah, que innombrable placer hubiera sido experimentar el dolor de verte gozar con otra. Estoy completamente segura de que aunque tu cuerpo hubiera estado sobre ella la atención de tu mente se habría centrado en mí.

Otro de tus errores fue el suponer que mi condición sólo te otorgaba la potestad de usarme o dejar de hacerlo, pero olvidaste que todo derecho de uso, además de esas dos opciones, tiene como atributo el de compartir. Nunca lo ejercitaste cediéndome a algún amigo tuyo, y no creas que me hubiera complacido en ello por mera promiscuidad. Muy lejos de tan primitiva sensación, mi placer hubiera estado en sólo complacer tu capricho.

Apuesto a que en este mismo momento estas padeciendo una erección, una de las tantas que te habré provocado estos días.
Debes saber que mi imaginación es mucho más fecunda que la tuya. Podría haberme esclavizado no sólo a ti sino a tu novel matrimonio, y de haberme llamado os hubiera ayudado en vuestros juegos amorosos. ¿Lo aceptaría Julia? ¡Qué notable experiencia para mi abominable psique la de servir a dos amos! Pero desearía explayarme un poco más en esta fantasía. Más de una vez he imaginado que me asignaban un dormitorio en vuestro hogar común, algo pequeño y oscuro, con mucha similitud a una celda. Desde él, os escuchaba gemir durante los placeres nupciales. Pero también he imaginado que cuando ambos se hastían de esa periódica y limitada mutación de posiciones, cuando ella se sacia de estar arriba y tú de voltearla para hacerlo a la inversa, y sólo queda la reiteración, me llaman y yo acudo. Soy entonces fuente de diversidad para vosotros. Y de ese modo, luego de serviros, me despedís nuevamente a mi cuarto. Sospecho empero que sólo a ti y a mí nos agradaría esa posibilidad y que su sola mención espantaría a tu pobre esposa. No obstante quizás me equivoque, y a tal punto verás que he asumido mi condición, que puedes tomar mi eventual incorporación a vuestra vida conyugal como una franca y leal propuesta.
Te confesaré que también me han asaltado otros pensamientos, y éstos sí que me hicieron temer por mi propia razón. Pero, como según te he dicho terminé por admitir mi singularidad, me atrevo a contártelos. Verás, he llegado a imaginar cuál es el límite de la esclavitud, cuál podría ser el mayor acto de sometimiento para alguien como yo. Y he razonado que sólo se esclaviza íntegramente quien, a la sola voluntad del amo, acepta renunciar y negar el más estrecho y sagrado de los vínculos. La completa posesión existe en el lugar y momento en que dejas que tu carcelero arranque el hijo que llevas en tu vientre. Querido Hernán, te faltó preñarme y decidir mi aborto. Hecho por otra parte extremadamente común. Tú sabes cuántas mujeres matan a sus hijos por conservar al hombre que los engendró. Lo verdaderamente curioso es que la mayoría de esas mujeres, soportando la última de las sumisiones, no tolerarían ni la mitad de las humillaciones por las que yo he pasado.

Te imaginarás que si hubieras llegado a ello tampoco te habría abandonado. Es más, en varias ocasiones he soñado estar sedada en una clínica oculta y sucia, he sentido el desgarro en mis entrañas y la certeza de que ello en modo alguno mitigaría mi devoción hacia ti.

Ya sabes ahora embebida en qué tipo de pensamientos fui sobrellevando mi libertad, cual si fuera el preso del que te he hablado, cuyo día transcurre ideando un delito para retornar al presidio.

Pero ¿cuál sería mi delito? Obviamente que mi condición requería de algo más complejo que robar en un supermercado o tirar una piedra a los vidrios de un automóvil. Ojalá hubiera sido tan sencillo. Por supuesto que existía la alternativa de adaptarme a mi libertad, o incluso, amarrarme a otros hombres. No lo hice y renuncio a buscar otra explicación para ello que no sea atribuirlo a la extraña química que te he mencionado.

Supongo que ya te has dado cuenta de que estas notas que te hago llegar, Aurora mediante, son parte de mi plan. Estoy segura de que al leer la primera ya percibiste que no se trataban de un simple diario. Sin embargo a veces pienso que hubiera sido rigurosamente lógico que te enviara mi diario, si es que alguna vez hubiera llevado uno, claro está. ¿Acaso no se compadecería con mi pasión por la desnudez? Desvestir mi cuerpo y mi mente, sin escondite alguno, y abandonar así el último de los derechos: mi mínimo espacio de privacidad.

Pero como nunca he llevado un diario, para renunciar a ese último derecho, a ese último atisbo de dignidad, debí escribir deprisa. Reconozco que es, en un aspecto, una nueva y singular forma de exponerme. Como últimamente no he podido servir tu mesa desnuda he ideado este peculiar sustituto. Siendo parte del plan que te he descubierto, no puedo ocultarte que estos envíos me provocan también un placer por sí mismos.

Tampoco se te oculta que he contado con la complicidad de Aurora. Y no sólo por acceder a hacer de correo entre tú y yo. Sabes ya que mi hermana mayor experimenta una rara dependencia hacia mí. De niñas, era yo quien elegía los juegos y designaba su posición en ellos. En la adolescencia fui su confidente y ahora se ha convertido en una especie de admiradora. Pienso que su extrema fealdad ha contribuido en no poco grado a forjar esa relación. No fue entonces difícil convencerla de colaborar con mis planes. Ya te he dicho que sólo ha vivido a través de mí; sus pequeñas y contadas alegrías se originaron en las mías y por cierto que también mis dolores eran fuente de los suyos. A propósito, ¿sabes que es virgen? Y lo es porque nadie se le ha animado. No tiene entonces otra cosa mejor que hacer que cooperar conmigo.

No obstante, aquí me detendré porque deseo verte mañana nuevamente, ocasión en que aprovecharé para contarte, ahora sí, en qué consiste el plan del que te he hablado.

Siempre tuya, Mara

(...)

Cuando Mara llega a su descubrimiento pasa a un estadio en el que puede prescindir del coito para llegar a su plenitud. Ése es el momento en que el deseo comienza a gobernarla con una magnitud aterradora porque ve que está a las puertas de un nuevo mundo

(...)

Del mismo modo, el estímulo doloroso, humillante, sobre el cuerpo y la psique de Mara, en tanto simbolizan una situación de sometimiento, es condición necesaria y suficiente para su placer. Nótese que digo «y suficiente», pues ahora aparece dentro de los casos que escapan a la generalidad.

Y, ahora bien, ¡qué diablos importa si alguien obtiene el tan ansiado derrame acariciando cabellos, olfateando medias, recibiendo o propinando azotes! Nada hay en ello más que la manifestación de la diversidad humana, de la suprema libertad de la alcoba.
(...)

Me figuro también que es invierno y de noche. Pienso en una cabaña de madera solitaria en el campo y con una gran chimenea. Fuera de ella todo es soledad y silencio en el paisaje. Me acerco a su interior. Desde la ventana se ve un cielo con millares de estrellas y frente a ella, contemplándolas absorto, está Hernán. Se encuentra sentado en un cómodo sillón, abrigado con un suéter grueso y una bata. En el piso, y echada a sus pies, está Mara completamente desnuda



Fragmentos de "Ella sólo quería estar desnuda", de Andres Urrutia

domingo, 24 de octubre de 2010

J&H

Mi Hyde cabrón me repite constantemente: "eres una mierda" (entre otras lindezas)

Y... ya ni consigues apartar esa idea de mi cabeza...

viernes, 22 de octubre de 2010

Azul intenso

De repente
se dió cuenta de que ya no le miraba a los ojos como antes,
que ya no se perdía en el océano azul de su mirada...
y no tuvo que pensar mucho para darse cuenta de porqué no lo hacía.

Srta.Marta, oct. 2010

miércoles, 20 de octubre de 2010

En busca del tiempo perdido

"Otras veces, así como Eva nació de una costilla de Adán, una mujer nacía, mientas yo estaba durmiendo, de una mala postura de mi cadera.
Y siendo una criatura hija del placer que yo estaba a punto de disfrutar, se me figuraba que era ella la que me lo ofrecía. Mi cuerpo sentía en el de ella su propio calor, iba a buscarlo, y yo me despertaba.

Todo el resto de los mortales se me aparecía como una cosa borrosa junto a esta mujer, de la que me separaba hacía un instante; conservaba aún en mi mejilla el calor de su beso y me sentía dolorido por el peso de su cuerpo."

Marcel Proust

martes, 19 de octubre de 2010

Un nuevo caso de buenos tratos conmueve al país

Una mujer de 28 años se estremeció ayer en los brazos de su esposo en la localidad murciana de Lorca. El suceso se produjo en el domicilio de ambos. La pareja vivía junta desde hace dos años.

El hombre (A.F.G) acudió a su lado con el pretexto de recoger algunas cosas que estaban cerca de ella, en ese momento se desató un intenso calor en la piel de las mejillas de ambos que acabó con una suave caricia sobre el pelo de la mujer.
El hombre besó a su esposa en repetidas ocasiones en el cuello y el tórax.Según parece ella le correspondió de forma similar.
Tres patrullas se desplazaron de inmediato a la vivienda y detuvieron al presunto autor.Según algunos testigos, al ser arrestado, A.F.G. aseguró que tiene intención de entregarse a ella para siempre y que lo que más desea sobre todas las cosas es hacerla feliz y acariciar su piel.

( Noticia imposible de cualquier periódico ).


Texto: Jesús Moreno Moreno 

lunes, 18 de octubre de 2010

Volar

“Acérquense al borde"
"No podemos. Tenemos miedo"

"Acérquense al borde"
"No podemos. Nos caeremos!"

"Acérquense al borde"
Y se acercaron.
Y él los empujó.

Y volaron.

Guillaume Apollinaire

domingo, 17 de octubre de 2010

Marcas

{...}
¿Qué había hecho, qué había dejado de hacer para que ya no la quisiera? Qué loca estás, O, como si tuviera algo que ver con los méritos, como si pudieras hacer algo. Los hierros que le oprimían el vientre, la marca que le cruzaba los riñones, eso era ella; se había mostrado altanera porque esas marcas proclamaban que aquel que se las había impuesto la amaba lo bastante como para apropiarse de ella.

¿Acaso valía de algo sentir vergüenza ahora, cuando si él ya no la amaba aquellas marcas indicarían para siempre que ella le pertenecía? Ya que después de todo, él seguía deseando que ella le perteneciera.
{...}

Retorno a Roissy, Pauline Réage

viernes, 15 de octubre de 2010

Estar

sin estar...

esa es la cuestión
esa es la realidad
ese es el problema*

Había tantos días que no podía con ello...


(*uno de tantos en realidad cuando no aprendes a conformarte...
porque en realidad es que seguramente, no debas hacerlo, -pensaba)

jueves, 14 de octubre de 2010

Blanco Nuclear

Sintió la necesidad de escribir y 
se colocó 
frente a la pantalla
en blanco

Tras unos minutos se dió cuenta
de que
se había quedado
idem...

miércoles, 13 de octubre de 2010

Poema XIII

He ido marcando con cruces de fuego 
el atlas blanco de tu cuerpo. 
Mi boca era una araña que cruzaba escondiéndose. 
En ti, detrás de ti, temerosa, sedienta. 


Historias que contarte a la orilla del crepúsculo, 
muñeca triste y dulce, para que no estuvieras triste. 
Un cisne, un árbol, algo lejano y alegre. 
El tiempo de las uvas, el tiempo maduro y frutal. 

Yo que viví en un puerto desde donde te amaba. 
La soledad cruzada de sueño y de silencio. 
Acorralado entre el mar y la tristeza. 
Callado, delirante, entre dos gondoleros inmóviles. 

Entre los labios y la voz, algo se va muriendo. 
Algo con alas de pájaro, algo de angustia y de olvido. 
Así como las redes no retienen el agua. 
Muñeca mía, apenas quedan gotas temblando. 

Sin embargo, algo canta entre estas palabras fugaces. 
Algo canta, algo sube hasta mi ávida boca. 
Oh poder celebrarte con todas las palabras de alegría. 
Cantar, arder, huir, como un campanario en las manos de un loco. 

Triste ternura mía, qué te haces de repente? 
Cuando he llegado al vértice más atrevido y frío 
mi corazón se cierra como una flor nocturna.


Pablo Neruda

martes, 12 de octubre de 2010

Medicándose que es gerundio (y 2)

Tryptizol 25 mg: Amitriptilina clorhidrato


Indicaciones: Neuralgia


Efectos adversos: Los efectos adversos de amitriptilina son, en general, frecuentes, moderadamente importantes y en algunos casos graves. En la mayor parte de los casos, las reacciones adversas son una prolongación de la acción farmacológica y afectan principalmente al sistema nervioso central y autónomo.
Las reacciones adversas más características son: 
-Frecuentemente (10-25%): sedación y efectos anticolinérgicos: sequedad de boca, estreñimiento que ocasionalmente puede inducir un íleo paralítico, retención urinaria, visión borrosa, trastornos de la acomodación, glaucoma e hipertermia.
-Ocasionalmente (1-9%): somnolencia; hipotensión ortostática y taquicardia especialmente en ancianos, arritmia cardiaca, depresión miocárdica, cambios en el ECG (prolongación en los intervalos QT y QRS); erupciones exantemáticas, leucopenia, agranulocitosis, ictericia colestática y aumento de peso.
-Raramente (<1%): confusión especialmente en ancianos, reducción de la concentración, alucinaciones, pesadillas, manía, parestesia, cefalea, neuropatía periférica, ataxia, temblor, convulsiones, tinnitus, estomatitis, náuseas, vómitos, alteraciones del gusto (sabor agrio o metálico), fotodermatitis, disartria, conjuntivitis, anisocoria, mialgia, galactorrea, impotencia sexual, pérdidas menstruales.
El tratamiento debe ser suspendido inmediatamente en el caso de que el paciente experimente algún episodio de convulsiones, fiebre con sudoración, hipertensión o hipotensión, dificultad en la respiración, pérdida de control vesical o rigidez muscular grave

lunes, 11 de octubre de 2010

Amor de garrafón

esperando tus "besos de Peta Zetas"
(traducción: chispeantes)

Medicándose que es gerundio (1)

Neurontin: gabapentina


Indicaciones Dolor neuropático periférico


Reacciones adversas: infección viral, Neumonía, infección respiratoria, infección del tracto urinario, infección, otitis media, Leucopenia, Anorexia, aumento de apetito; Hostilidad, confusión e inestabilidad emocional, depresión, ansiedad, nerviosismos, pensamiento anormal; somnolencia, mareos, ataxia, convulsiones, hipercinesia, disartria, amnesia, temblor, insomnio, dolor de cabeza, sensaciones como parestesias, hipoestesia, coordinación anormal, nistagmo, aumento/descenso/ausencia de reflejos; alteraciones visuales tales como ambliopía, diplopía; vértigo; HTA, vasodilatación; disnea, bronquitis, faringitis, tos, rinitis; vómitos, nauseas, anomalías dentales, gingivitis, diarrea, dolor abdominal, dispepsia, estreñimiento, sequedad de boca o de garganta, flatulencia; edema facial, erupción, prurito acné; artalgia, mialgia, dolor de espalda, espasmos; impotencia; fatiga, fiebre, edema periférico o generalizado, marcha anormal, astenia, dolor, malestar, síndrome gripal; disminución de leucocitos, aumento de peso; lesiones accidentales, fractura, abrasión.


Menos mal que quitan el dolor para el que me las han mandado...

domingo, 10 de octubre de 2010

Tatuajes

-"Me he tatuado su nombre!!!!"

-"¿Cómo?"

-"Síii, que me he tatuado su nombre, mira, aquí"...

Lo observa en silencio.

-"Qué... (gilipollez,-piensa, pero no es la persona más adecuada para decir nada, con esas iniciales en su propia piel, en contra de sus llamemos "principios" sobre los tatuajes y las relaciones)

Qué... bien",-dice por fin. Todavía no tiene claro si no se arrepiente. Es curioso.

lunes, 4 de octubre de 2010

¿Y tú, moldeas?

Bien viene el goce duro, cuando hay buen Balanceo.

Dolor y amor van juntos de la mano del Deseo.

Soportamos tu y yo el sopor del Sufrimiento.

Mientras sube la pasión por el roce del Meneo.

Pero...

Bondad es gran lubricante que suaviza este Bombeo.

Dulzura es el suavizante con que al himen Desposeo.

Sentimiento tan gigante al hacerte este Sondeo.

Mucho amor derramo en ti, hasta alcanzar el Mareo.

Y por fin...

Besos locos de pasión, no me importa el Baboseo.

Dádiva de hondo afecto, que aleja ya el Devaneo.

Serás mi rica comida mientras yo te Saboreo.

Mágica piedra en mis manos, que hoy en joya Moldeo.
 
Rubén Sada

domingo, 3 de octubre de 2010

Espiral


Volver a empezar
de nuevo intentar olvidar
cosas que se repetirán
una y otra vez

y yo sólo puedo
dejarme llevar

y yo sólo quiero...

Te llevo en la piel
Srta. Marta, oct. 2010

Diario de un viaje, Roma día 2

Quedamos ayer en que nos traerían el desayuno (no hay comedor y te traen el desayuno a la habitación, este hostal ya me parece demasiado cutre al segundo día, menos mal que es tranquilo y muy limpio y en las camas se duerme de lujo) a las 8 de la mañana, son las 8,20 cuando lo traen. Dos expressos, un ¿zumo? y 2 bollitos (bollería industrial) para cada una. Bueno por lo que hemos pagado vistos los precios por aquí no se puede pedir más y al parecer, es que la cosa funciona así, el ayuntamiento romano regula en cierto modo los precios de los alojamientos y les obliga, para poder cobrar a partir de cierta cantidad, que se ofrezca alojamiento y desayuno como mínimo y los hosteleros, te dan un desayuno mísero para cumplir.

Destino de hoy: zona Coliseo.

Pasamos por la Piazza Vittorio Emmanuele donde hay unas ruinas de algo muy antiguo que en su momento no localizamos en ninguna guía lo que es. Pero, oh sorpresa, primeros mininos (después del gato del aeropuerto de llegada, que no recuerdo si lo comenté) para fotografiar.

Tras la parada oportuna para tirar unas fotos, seguimos via (nunca mejor dicho lo de vía) Statuto, donde localizamos un cuco bar-restaurante "de barrio" donde tomamos un café más y vemos los menús a 10 €. Si podemos, la lasaña aquí.

Llegamos a Cavour y hacia abajo, hacia el Foro. En una calle lateral, localizamos al fondo el Coliseo. En otra, la iglesia de San Pietro in Vincoli, donde está la escultura del Moisés, encontrándose en un alto y decidimos dejarla para luego.

"Torrezno torrezno" que dirían en León -to recto, to recto, traducido, pero esto es otra historia, otro viaje- a la derecha, encontramos el Foro Imperial o mejor dicho los "foros imperiales" pues son varios, que recuerde: Nerva, Trajano y Augusto (enfrente está el Foro Romano y el Palatino) que incluyen un mercado.

La columna Trajana, al fondo, impecable, resalta entre el resto, en estos momentos en plena fase de excavaciones y recuperación. Tantas veces nos la enseñaron en Historia y ahí está. Parece mentira.
Junto a la columna, la iglesia del Santo Nombre de María y Santa María de Loreto (no entramos).

Al otro lado, alucinante, blanco, impecable, monumental (casi monstruoso) el monumento a Vittorio Emmanuele o Altar de la Patria del cual ya hablaré en otro post. Decidimos que, después cruzaremos (por no cruzar esas calles de locura y caos de tráfico, vamos, pagaríamos). Así que hacemos paradita en otro café en la Piazza Venezia para tomar algo y visitar al señor "Roca" que en Italia no sé cuál será... ¿Pietro?... 4 € un capuchino y 3 por un expresso nos clavan, la madre que los parió, aquí no vuelvo ni muerta de hambre. Pues nada, tras admirar de lejos el monumento, buscamos la iglesia del Gesú, "cabecera" de los jesuitas (bonitas calaveras de mármol o pórfido, ya no sé cuál es cuál y por Roma se usó mucho). De ahí, regresamos al lateral del mastodonte blanco o Altar de la Patria y nos dirigimos a la escalinata diseñada por Miguel Angel que accede al ayuntamiento de la ciudad y los museos capitolinos (a los cuales, no pasamos, suelen aburrirme los museos).

Y accedemos a una zona en altura junto al Ayuntamiento donde podemos ver el Foro Romano con un primer plano del Arco de Severo.

Continúamos la excursión bordeando la zona, en dirección al Coliseo por la Via del Foro Romano (qué propios) admirando, más bien, lo que debió ser en su momento y apenas por cómo el tiempo, con mucha ayuda del ser humano, destroza las cosas. Arquitectura efímera...

Y llegamos al Coliseo. Sinceramente, me sentí algo decepcionada. Es más bonito y espectacular en foto. Pero el Arco de Constantino está muy bien conservado y es imponente.
Nos digirimos entonces por un agradable paseo por el lateral del Palatino tras informamos en la taquilla de horarios y precios para entrar y decidir que otro día lo vemos por dentro (12 € entrada combinada Palatino-Coliseo válida para 2 días consecutivos) (exteriores) hasta el Circo o mejor dicho, hasta el solar donde estaba, que además, está en obras y da mucha penita. Un largo paseo, bajo un sol de justicia (la madre que parió al calor en Roma) y llegamos a la iglesia de Santa María Cosmedín o para que sea más fácil, donde esta la "bocca de la veritá" y una fila de gente que ni loca voy a hacer para una foto metiendo la manita ahí. Que pasamos. Meto el objetivo por el lateral entre la reja y hala, foto estupenda y sin gente estorbando, de canto. Entramos a la iglesia y merece la pena, coqueta, pequeña, me recuerda a una sinagoga que he visto en Toledo, y visitamos la pequeña cripta-catacumba.

Tras salir y ver los alrededores (con un templo griego dedicado a Fortuna y otro edificio rehabilitándose) y el arco de cruzamos un puente, "Ponte Palatino" hacia el famoso Trastévere, que tanto nos han insistido en que visitemos por lo pintoresco y blah, blah, blah... pues nada, una vueltecita por las calles y elección de restaurante para comer. Entramos a uno que parece cuco y no muy caro y nos atiende un italiano muy atractivo y simpático. La pasta, buenísima, la cervecita, entra que no veas, con el calorazo que estamos pasando. Y tras una horita aprox. de "parada y fonda" a retomar el camino, callejeando llegamos a una plaza donde lo que vemos son ancianos y niños (éstos últimos en la parte enrejada de la plaza, jejejeje) y a una iglesia que está cerrada, de vuelta, pasamos por una heladería a tope de gente italiana... no sucumbimos a la tentación. El plano nos conduce a una calle principal, me compro un vestido en un puesto de la calle (hay muchísimos repartidos por toda la ciudad, como un mercadillo permanente de puestos sueltos) por 5 € y nos vemos obligadas a girar hacia otra calle porque hay una manifestación delante de un ministerio (el de los funcionarios, por lo que leímos en el plano) y terminamos cruzando al otro lado de nuevo, por el siguiente puente y leyendo en la guía recuerdo que está por allí el Priorato de los Caballeros de Malta, desde cuya puerta de entrada, concretamente desde la cerradura, se puede ver la cúpula de San Pedro enmarcada por unos árboles... tomamos un café y pregunto cómo subir al Priorato. "Il secondo semáforo"... pues para allá que vamos.
Y una pequeña subida y allí estamos. Y coño... dónde está la puerta?. Nos metemos por una puerta que conduce a un jardín y de allí a un claustro mu modenno... por más vueltas que damos, no vemos por dónde puede ser y a punto de darme por vencida, veo una conserjería. Y allí que voy, a preguntar por la "serratura" por donde puedo ver la cúpula. Y el amable hombre nos explica que es justo saliendo por donde hemos entrado "a sinistra"... La encontramos! Y nos quedamos de piedra al ver un militar de camuflaje con metralleta en la mano y un camión con más militares justo detrás... coño... qué bien vigilada tienen la puerta no?
Llega un grupo de monjitas y decidimos que pasen ellas primero y luego lo vemos con tranquilidad y mientras nos sentamos a la sombra a descansar un rato y beber agua (por cierto, es estupendo encontrar tanta fuente por la ciudad, no sé si lo he dicho ya). Nos fijamos entonces en que justo en el edificio de enfrente hay una bandera no italiana, que no reconocemos, y que llegan cochazos con los cristales tintados y se bajan tiarrones con pinta de guardaespaldas, árabes y deducimos que los militares están ahí por eso. Luego nos enteramos que era la Embajada de Egipto.
Pues nada, ya nos toca mirar por la cerradura. Halaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa... ahí está San Pedro (vamos, la cúpula), al fondo de un pasillo de un jardín, enmarcado por unos cipreses... qué pasada...
Y resumiendo, bajamos, vimos de lejos la pirámide que fue una sorpresa porque no teníamos conocimiento de su existencia y a coger un bus para volver a Términi y comprar algo en el super para cenar y descansar.