miércoles, 9 de mayo de 2012

El fin de los donjuanes

Lecturas...



—Si me corresponde a mí decidir si soy Don Juan o la muerte, debo inclinarme, aunque a disgusto, por la opinión del jefe —dijo Havel y dio un buen trago—. Don Juan era un conquistador. Un conquistador con mayúsculas. El Gran Conquistador. Pero, por favor, ¿cómo puede uno pretender ser conquistador en un territorio en el que nadie se resiste, donde todo es posible y todo está permitido? La era de los donjuanes ha terminado. El descendiente actual de Don Juan ya no conquista, sólo colecciona. El personaje del Gran Conquistador ha sido reemplazado por el del Gran Coleccionista, pero el Coleccionista ya no es, en absoluto, Don Juan. Don Juan fue un personaje de tragedia. Cargaba con una culpa. Pecaba alegremente y se reía de Dios. Era un blasfemo y acabó en el infierno.

»Don Juan llevaba sobre sus espaldas una carga que el Gran Coleccionista ni siquiera puede imaginar, porque en su mundo toda carga ha perdido su peso. Las rocas se han convertido en plumas. En el mundo del Conquistador una mirada tenía el mismo peso que en el imperio del Coleccionista tienen diez años del más intenso amor físico.

»Don Juan era un señor, mientras que el Coleccionista es un esclavo. Don Juan transgredía alegremente las conversaciones y las leyes. El Gran Coleccionista no hace más que cumplir, con el sudor de su frente, las convenciones y la ley, porque el coleccionismo se ha convertido en algo de buena educación, en algo bien visto y casi en una obligación. Si soy culpable de algo, es de no aceptar a Alzbeta.

»El Gran Coleccionista no tiene nada en común con la tragedia ni con el drama. El erotismo, que solía servir de señuelo a las catástrofes, se ha convertido gracias a él en algo similar a los desayunos y las cenas, a la filatelia, al ping-pong, cuando no a viajar en tranvía o a salir de compras. El lo ha introducido en el ciclo de lo cotidiano. Lo ha convertido en la tramoya y las tablas de una escena sobre la cual el verdadero drama aún debe hacer su aparición. Cuidado, amigo —exclamó patéticamente Havel—, mis amores (si es que puedo llamarlos así) son el suelo de un escenario sobre el cual no se representa obra alguna.

»Querida doctora y querido jefe. Ustedes han planteado la contradicción entre Don Juan y la muerte. De ese modo, por pura casualidad, por descuido, han llegado a la esencia de la cuestión. Miren. Don Juan lucha contra lo imposible. Y eso es precisamente muy humano. En cambio, en el imperio del Gran Coleccionista, no hay nada imposible, porque es el imperio de la muerte. El Gran Coleccionista es la muerte que ha venido a buscar la tragedia, el drama, el amor. La muerte que ha venido a buscar a Don Juan. En el fuego infernal al que lo envió el Comendador, Don Juan está vivo. Pero, en el mundo del Gran Coleccionista, donde las pasiones y los sentimientos flotan por el aire como plumas, en ese mundo está muerto para siempre.

»Qué va, querida doctora —dijo Havel con tristeza—, ¿qué tendré que ver yo con Don Juan? ¿Qué no daría yo por ver al Comendador y sentir en el alma el terrible peso de su maldición y sentir dentro de mí crecer la grandeza de la tragedia? Qué va, doctora, yo soy en el mejor de los casos un personaje de comedia, y ni siquiera eso es por mérito propio, sino por mérito de Don Juan precisamente, porque sólo con su trágica alegría como telón histórico de fondo es posible percibir, más o menos, la cómica tristeza de mi existencia de mujeriego, que sin este punto de comparación no sería más que gris trivialidad y aburrido telón de fondo.

Milan Kundera
EL LIBRO DE LOS AMORES RIDÍCULOS


martes, 8 de mayo de 2012

GGRRRRRRRR

Ella apretó el botón y aceptó la llamada entrante: -"Hola!",-exclamó, sorprendida por recibir una llamada suya.

- "Hola",- la voz de él sonaba extraña. ,-"¿Sabes,- continuó sin más,- me cabrea que no vengas a verme prácticamente más que 1 vez al mes y encima con prisas, me cabrea que no me llames en días y que cuando lo haces, nuestras conversaciones sean cada vez más cortas y de lo más... repetitivas, me cabrea que vengas y cuando llega la hora de irte te transformes en alguien "ausente y frío"... me cabrea que ya no me hagas sentir especial como hacías hace tiempo, me cabrean más cosas y lo que más, que a estas alturas todavía me afecten todas esas cosas"... Se hizo el silencio. "Hablaremos si quieres otro día, hoy estoy demasiado cabreado, principalmente conmigo mismo, me siento fatal y ya he dicho demasiado",- y colgó.



lunes, 7 de mayo de 2012