Le costaba mucho, muchísimo, tomar cierta clase de decisiones, no dejarse llevar por los acontecimientos y tomar las riendas de su propia vida. Podía resolver toda clase de embrollos y problemas en el trabajo, en otros ámbitos pero cuando las cosas afectaban a su vida directamente, era imposible.
Posiblemente le podía el miedo a lo que podría venir después, por eso prefería dejar todo como estaba y ver porqué camino se dirigía su vida.
Pero aquella tarde, por alguna razón que no podría explicar, había tomado una decisión sobre esa parte de su vida -supeditada a cierto acontecimiento previo, eso sí, pero era cuestión de días-.
Sentía que ya no daba para más. Que alargar la situación y posponer la decisión que había tomado era una especie de agonía absoluta que le provocaba demasiada ansiedad, una desazón insoportable la mayoría de los días.
Y no era fácil, pero... sólo esperaba no sentir miedo y echarte atrás... como tantas veces.
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