Una mujer que se acepta a sí misma no habla mal de los hombres, no tiene necesidad alguna, ya que se siente plenamente digna de sí misma, sabe que tiene recursos, ejerce sus derechos y asume la responsabilidad sobre sus propios actos.
Una mujer que se acepta a sí misma, no habla mal de otras mujeres, ni siente celos ni envidia de otras mujeres. Muy al contrario, se alegra de que haya mujeres que triunfen y creen una identidad de mujer triunfadora donde antes no la había para que otras mujeres puedan seguir el camino trazado por ella.
Una mujer que se acepta a sí misma tiene amigas luchadoras, dignas y seguras de sí mismas. Le gusta hacer equipo con otras mujeres y se fijará en sus valores interiores.
Una mujer que se acepta a sí misma se toma los fracasos como información, y se incentiva a sí misma para seguir adelante y creer más que nunca en sí misma, pues sabe que no ha de esperar a que nadie crea en ella. Una mujer que se acepta a sí misma es su mejor espónsor, su mejor aliada cuando las cosas se ponen mal.
¿Cómo?
Recuerda las veces que logró salir de un apuro, las metas que alcanzó, las dificultades que superó. Cuando las cosas se ponen mal, una mujer que cree en sí misma, en lugar de irse de compras, se va de repaso de sus capacidades y de recuento de sus éxitos y logros. Consecuentemente, acaba por decirse: "En peores nos hemos visto, y salimos de todas" o "lo que no te mata, te fortalece".
La maldición de Eva, Rosetta Forner (Ed. Planeta)
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