Estaba claro que todo dependía de su manera de vivir, de sentir, de entender, de padecer... en general, era una cuestión de actitud. Como todo en la vida, como la vida misma.
¿Que esa relación no le llevaba a ningún lado?
¿Que era “poco” para lo que precisaba, para lo que deseaba encontrar en realidad?
Efectivamente, lo sabía desde el primer día, nadie había engañado a nadie (en ese sentido al menos); la diferencia era que ahora, lo tenía asumido y claro, cristalino, pero como mientras estaban juntos, disfrutaba, se sentía bien, casi se podría decir que feliz, eso era lo que debía importar.
¿El resto? ¿Qué más daba?
Si no había “resto” en realidad... para ellos sólo tenían que contar esas horas cada cierto tiempo juntos, o al menos, es lo que contaba para él.
Tempus fugit
Carpe diem
Srta. Marta, 2010
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