lunes, 9 de septiembre de 2013

Erase una vez...

Ella espera desnuda en silencio, de rodillas, con la capucha cubriendo su cabeza y el pañuelo en los ojos, no puede ver nada. El entra y en silencio también, se acerca a ella, la acaricia, le dice lo hermosa que está así (curiosa manera de ver la belleza, piensa ella, "hermosa" sin mostrar su rostro, con la capucha ocultando su cabeza por completo, cabello incluido, sólo una abertura deja libertad a la boca)ordena que se levante y la guia hacia otro lugar de la habitación.

La última vez el castigo de cien azotes en sus rodillas resultó ser un premio y esta vez quiere ver si sucede lo mismo.
La ayuda a ponerse en sus rodillas, trasero en pompa y le ordena contar hasta 200... El para en varias ocasiones para acariciarla pero cuando van por 82, ella se pierde, o cree perderse... ¿será adrede?
No, ella no haría eso.

Reiniciar la cuenta. No rechista. Lo hace.

Escuecen, duelen, pican, pero está encantada y sabe que él también. Llega a los 200... que finalmente han sido 282, pero da igual. Cuando se incorpora nota la piel de su culo ardiendo, algo inflamada, pero está feliz.

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