Me gustaría pensar que estrenaste tus palabras para mí,
y no creas que son los celos los que hablan por mi boca,
ya sabes que eso nunca fue posible
en nuestros abismos fieros.
A veces imagino cómo te escuchaban las otras,
qué pensaban,
cómo se les removía el alma en tus labios de canela.
Casi puedo sentir por ellas,
saborear sus miradas mientras te gozaron alguna tarde.
Tampoco sé si alguien te tuvo como yo
o, quizás debiera decir,
si las tuviste como a mí me tenías,
deslizando mi cabello entre tus rodillas
mientras, ya dueño,
reposabas tus pies en mi espalda
y era, en ese momento,
absolutamente tuya.
Y quiero pensar, ingenua
y muy muy vanidosamente,
que fui tu última amante,
la última y la primera que te adoró como en tus sueños,
tu última presa,
tu loba domada,
tu perra negra.
(de Versos de perra negra, ed. Sial, 2005)
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